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La apnea obstructiva del sueño pediátrica, o SAOS infantil, es un trastorno que se manifiesta en forma de interrupciones respiratorias que pueden durar varios segundos. Aunque este síntoma sea el mismo que en adultos, en realidad tanto el origen como las consecuencias de la apnea varían según la edad.
Lo que no varía es la importancia de contar con un diagnóstico precoz. Es esencial para iniciar cuanto antes un tratamiento que evite problemas de salud derivados de la apnea que pueden llegar a ser graves y, en el caso de los niños, comprometer su desarrollo normal.
Causas del SAOS infantil
Hay una serie de factores de riesgo que aumentan las posibilidades de que nuestros hijos sufran apnea obstructiva del sueño. Lo más común es que nos encontremos ante unas amígdalas o adenoides hiperdesarrollados que impiden el flujo normal del aire. Esto no significa que todos los niños que tienen un exceso de estos tejidos sufran SAOS infantil, pero las posibilidades de padecerlo son mayores.
Otros aspectos como anomalías en el tono muscular o en la forma de la boca o el paladar, obesidad, enfermedades genéticas como el síndrome de Down o antecedentes familiares son también factores que incrementan el riesgo de apnea obstructiva pediátrica.
Síntomas de la apnea obstructiva infantil
Las pausas en la respiración son el síntoma más evidente, pero hay muchos otros que pueden indicar que un niño sufre SAOS:
- Ronquidos, toses o jadeos, sobre todo si el niño duerme boca arriba.
- Sueño inquieto.
- Despertares continuos o pesadillas.
- Eneuresis nocturna o falta del control en la orina.
Estas son manifestaciones del trastorno durante el sueño, pero una vez despiertos, los niños pueden manifestar toda una serie de síntomas muy diferentes:
- Problemas de atención y dificultades para concentrarse.
- Problemas de conducta y comportamiento o hiperactividad.
- Irritabilidad, mal humor.
- Cansancio y somnolencia.
- Dolor de cabeza.
Riesgos de un SAOS infantil sin tratar
La apnea obstructiva pediátrica es un trastorno que nunca hay que pasar por alto. Si no se trata convenientemente puede tener serias consecuencias, y no solo porque afecte a su calidad de vida. Una de las complicaciones más graves del SAOS infantil es un retraso del crecimiento normal del niño. Pero, en algunos casos también es causa de hipertensión o incluso de problemas cardíacos.
Hay otro tipo de consecuencias: las que afectan al desarrollo cognitivo. Los problemas de atención y de comportamiento pueden desembocar en retraso escolar y problemas de aprendizaje.
Detección y tratamiento
Una vez que existe la sospecha de que se padece SAOS infantil, lo habitual es realizar primero un examen físico y luego una polisomnografía para confirmar el diagnóstico e iniciar un tratamiento adecuado. En algunos casos, la solución pasa por el quirófano, normalmente para extirpar las amígdalas o adenoides, aunque también puede tratarse de cirugía plástica maxilar o mandibular.
No es el único tratamiento. En el caso de pacientes pediátricos, si el problema deriva de alteraciones de la mandíbula o de la boca, el dentista puede intentar corregirlas mediante tratamientos de ortodoncia. De hecho, también se pueden prevenir esas malformaciones mandibulares o maxilares que cierran las vías aéreas, siempre y cuando, por supuesto, haya un diagnóstico temprano y una sospecha de un desarrollo anómalo de la cavidad bucal.
Solo cuando no cabe posibilidad de otros tratamientos se opta por un CPAP, un aparato que bombea aire mediante una mascarilla que debe llevar el paciente mientras duerme.
El SAOS infantil no es un trastorno común, pero puede tener consecuencias graves si no se trata a tiempo. En ocasiones, una revisión en el dentista puede ayudar a diagnosticar su causa o prevenirlo.
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